“Eficacia, poder, virtud para obrar”. La ἐνέργεια / Enérgeia ha sido fundamental para el desarrollo de la humanidad. Motor del universo, desde el comienzo de los tiempos el ser humano ha necesitado aprovecharla para sobrevivir y avanzar. Sin embargo, no fue hasta la época de Aristóteles (384-322 A.C.) que el ser humano conceptualizó este fundamental fenómeno físico. Un término habitualmente traducido como “acto” -dado que deriva del griego ἔργον- y que aparece emparentado etimológicamente con otras palabras como work (inglés) o werk (alemán). El gran filósofo griego incidió en las dos posibles acepciones de ἐργον: por un lado, el resultado de un “hacer” -la obra producida-; por otro, el acto mismo en el que se realiza esa obra. En términos metafísicos, se podría decir que Enérgeia es el camino de un ente hacia su finalidad. Es precisamente esta finalidad de los y las artistas embarcados en el trabajo de la creación artística bajo la cual queremos presentar Enérgeia.

La evolución del concepto de energía da pie también a enriquecer la exposición a la luz de la historia moderna. El siglo XIX fue una época de transformaciones sociales, económicas y tecnológicas derivadas del enorme impacto que en multitud de ámbitos trajo la Revolución Industrial. Tampoco el propio concepto de Arte y, por ende, sus cualidades estéticas, técnicas y formales fueron ajenos a unos cambios que tuvieron un profundo reflejo en los artistas del momento. Se trata de transformaciones expresadas a través de movimientos de vanguardia que trasladaron el foco desde la forma al propio motor de la creación artística: la energía. Un concepto que, a partir de entonces y derivado de los avances tecnológicos, comienza a tomar un especial protagonismo en el arte.