En la economía financiera, donde el valor reside más en una acumulación de signos que de bienes, el lenguaje puede considerarse mercantilizado. La reordenación del valor de las palabras llevada a cabo por herramientas Google Ad Words es solo un ejemplos de esta relación entre lengua y economía, que ha llevado a numerosos artistas a preguntarse por el poder de la poesía y su combinación con los lenguajes de programación como una forma de escapar del automatismo actual del lenguaje.
En esta línea de trabajo se enmarca “palabra y moneda”, la investigación de la artista residente MartaP Campos, una búsqueda desde la práctica directa y visual cuyo contexto la artista comparte en este artículo.
palabra y moneda es el proyecto de Marta PCampos, residente del Programa de Residencias Hedy Lamarr de la Fundación Zaragoza Ciudad del Conocimiento
A raíz de las crisis económicas de 1992 y 2008, filósofos italianos considerados dentro del Movimiento Autónomo publicaron una serie de ensayos en los que comenzaron a reflexionar sobre como la economía nos afecta hasta llegar al punto de determinarnos.
Maurizio Lazzarato escribió en 2010 La Fábrica del Hombre Endeudado, un texto en el que reflexiona sobre los efectos de la economía sobre las personas y sobre cómo esto influye en nuestra manera de entender el mundo. Junto a las de Lazzarato, encontramos las reflexiones sobre la deuda de su compatriota Franco “Bifo” Berardi. Para ambos, la deuda es un acto del lenguaje, la promesa de que en un futuro devolveremos lo que nos ha sido prestado por el mero hecho de venir al mundo y pertenecer a un determinado país. Para este autor es fundamental escapar de lo que el define como la moral de la culpa utilizando como herramienta la insolvencia.
En este punto, al hablar de la deuda como un acto del lenguaje, encontramos una primera conexión entre economía y lenguaje. Conexión que se hace patente en la economía financiera actual, la cual se sostiene gracias al lenguaje y a lo que Berardi denomina como automatismos tecnolingüísticos. Para este autor, dentro del modelo capitalista actual, que también es denominado como post-Fordista, la acumulación de capital no está relacionada con una acumulación de bienes, sino de signos. Se ha producido una abstracción tal, que en el mundo de las finanzas ya no tiene valor un producto, sino un referente. Las finanzas se basan en una acumulación de signos con un valor proyectado en el futuro, en el llegar a ser; el valor monetario produce más valor monetario sin ser realizado a través de la producción material de los bienes.
Para estos autores, el lenguaje financiero se reduce exclusivamente a su efectividad. Dentro del lenguaje de las finanzas no queda lugar para la interpretación. En este escenario, no interesan las posibilidades más o menos evocadoras que nos pueda despertar una palabra, sino que esta sea capaz de transmitir la información necesaria desde A hasta B. Desde esta perspectiva, el lenguaje podría considerarse como mercantilizado, supeditado a la economía.
Si nos movemos de la esfera económica a la de la comunicación, encontramos que cada vez más el valor de nuestros mensajes se reduce a su efectividad, nuestros mensajes tienden a la homogeneidad. Buscamos fórmulas breves y concisas con las que llegar al mayor número de personas, con formatos que no deben exceder un número concreto de caracteres para no perder la atención de nuestros lectores. El miedo a no llegar a transmitir un mensaje, en un momento en el que comunicarse con imágenes o con un máximo de 140 caracteres es bastante común, nos hace pensar que todo lo que posea una extensión mayor no va a ser leído.
Para Berardi, serán la poesía, el exceso del lenguaje, y la ironía frente al cinismo, los que nos ayuden a escapar del automatismo actual que presenta el lenguaje. La ironía, como un tipo de insolvencia semiótica, en la que el lenguaje vuelve a recuperar sus capacidades evocadoras y abandona el automatismo actual al que las finanzas actuales lo relegan.
La poética del código
Curiosamente, el poder de la poesía frente a la automatización ha tenido una presencia destacable dentro del mal llamado arte de los nuevos medios. Desde finales de los años 90 y comienzos de los dos mil, artistas cuyas propuestas pueden considerarse como pertenecientes a la corriente de Net Art reflejan un interés creciente hacia las posibilidades poéticas presentes en los lenguajes de programación.
Dentro de esta tendencia encontramos proyectos como Code Poetry, en los que el exceso del lenguaje natural es aplicado a lenguajes de programación para confeccionar programas que a parte de compilar perfectamente, cobran un sentido especial al ser leídos por seres humanos. Otros artistas, como el madrileño Giusseppe Domínguez con su proyecto !ç~ñ¿.# han utilizado lenguajes de programación existentes para generar poemas incomprensibles que invitan a buscar una piedra de Rosetta que nos ayude a decodificarlos.
Con este tipo de proyectos se busca huir del determinismo y de la literalidad del código al crear programas y aplicaciones que más allá de hacer lo que su código dicta, cuentan con una importante capacidad evocadora. A parte de crear poemas a partir de lenguajes de programación preexistentes, algunos artistas han experimentado con las posibilidades que ofrece la mezcla de ambos lenguajes: el natural y el de las máquinas, creando lenguajes híbridos que son incomprensibles para ellas, pero que abren nuevas posibilidades comunicativas para las personas. Un caso concreto es el de la artista australiana Mez Breeze y su lenguaje mezzangelle. En él se mezclan el inglés con la sintaxis de diversos lenguajes de programación para crear combinaciones que pese a ser inútiles ante el compilador de la máquina, son, al igual que un poema, capaces de generar nuevos significados en el cerebro del lector.
El precio de la palabra
El lenguaje, como principal herramienta de evocación, pero básicamente de interacción, nos devuelve de nuevo a un componente principal dentro de la economía: la moneda. La unidad lingüística guarda muchas similitudes con la unidad monetaria: ambas pueden considerarse como una interfaz, como unidades de intercambio cuyo significado y valor, respectivamente, no pueden ser determinados por un único individuo. Una primera pregunta puede formularse llegados a este punto: ¿cuál es el valor de una palabra? Pese a que hace cincuenta años ese valor hubiese sido difícil de calcular; en la actualidad, es obtenido rápidamente por la herramienta Google AdWords, la cual, pese a estar dirigida a calcular el precio de una palabra a la hora de crear un anuncio publicitario, se puede utilizar para calcular el valor de cualquier texto.
A partir de ahí, de este cálculo que se realiza sobre el precio de las palabras y que se produce gracias a la ordenación de internet llevada a cabo por buscadores como Google, pueden formularse varias preguntas: ¿cuál es el valor de una lengua? ¿está ese valor relacionado con la economía del país en el que se habla? Ambas preguntas emergen como parte de la investigación artística palabra y moneda, buscando plantear si existe alguna relación entre la tendencia económica de un país y la desaparición de las lenguas que se hablan en él. Se busca presentar esos resultados de una manera visual, directa; para hacernos conscientes de que vivimos en una época en la que no solo las grandes cantidades de información que se generan cada segundo son difíciles de visualizar, sino que también otro tipo de información, la que tiende a desaparecer, corre el riesgo de convertirse en invisible.
Marta PCampos es la primera residente del Programa de Residencias Hedy Lamarr, un proyecto con el que la Fundación Zaragoza Ciudad del Conocimiento pretende seguir profundizando en su trabajo por la erradicación de barreras de género en el ámbito tecnocientífico. Para ello, el equipo de la Fundación selecciona a una mujer cuyo trabajo o línea de investigación se enmarca en las líneas de actuación del Centro de Arte y Tecnología, y cuya trayectoria y proyección puede verse beneficiada con su paso por Etopia, con la que desarrolla un proyecto de estancia, producción y devolución a la ciudadanía zaragozana.
Marta PCampos (Mallén, Zaragoza, 1990). Graduada en Bellas Artes por la Universidad de Zaragoza y máster en Interface Cultures por la Kunstuniversität Linz (Austria). Sus creaciones han sido presentadas en diversos festivales, conferencias y exposiciones nacionales e internacionales. En 2018 desarrolló el proyecto 1914 – 2014 como parte de la Convocatoria Laboratorio 987 del MUSAC (León), en el que se llevaron acabo una serie de actividades centradas en las palabras que han desaparecido del Diccionario de la Lengua Española en un periodo de cien años. Marta PCampos reflexiona en sus proyectos sobre la presencia del error en nuestras interacciones sociales y trata de crear interfaces y experiencias que intervengan y especulen sobre la (in)comunicación y nuestra relación con el lenguaje.