Como acto político, de rebelión contra el antropocentrismo, de sensibilidad ecológica para sintonizar con realidades más allá de lo humano, o como instantes amplificados revividos de la pandemia, cuando el silencio impuesto por el confinamientos nos llevó a escuchar los sonidos de la tierra y a comunidades naturales que recuperaban espacios. Todo eso subyace en PHONOCENE ~ SPECTRAL AFFECTS, la singular y extraordinaria instalación de Pablo Sanz, que pudo sentirse en el Laboratorio de Sonido LIA en Etopia el pasado mes de abril, tras su residencia de tres meses en el centro.
Una composición sonora-espacial creada a partir de materiales sonoros originados en exploraciones fonográficas en la Amazonía central en Brasil en 2015, y transformados mediante procesos digitales. Esta fascinante investigación sobre expresiones sonoras de vidas no humanas tomó forma en una instalación ambisónica con 22 canales de audio, con la sala en plena oscuridad, desalojada de estímulos para enfatizar el evento e incitar a la escucha profunda y concentrada del oyente.
Una experiencia envolvente, de gran intensidad, que empequeñecía al visitante en una especie de sintonización con la banda sonora de la tierra, llevándolo a través de los sonidos a reinos de vida de insectos y anfibios, de aves, aullidos, sonidos nocturnos y a dinámicas existentes en bosques tropicales. “La gran mayoría de los sonidos que se escuchan no corresponden exactamente a los sonidos presentes en las grabaciones originales, sino que son sonidos alterados”, explica Sanz, quien además trabajó extensivamente con sonidos procedentes del rango ultrasónico, “más allá de los 20.000 herzios que los humanos podemos oír (en el mejor de los casos), que son transformados para resultar audibles”.
¿Cuál es el proceso de obtención del material para ensamblar esta pieza? ¿El impulso para la selección de los sonidos? Este fue un trabajo de campo en la Amazonía de casi dos meses en ecosistemas de tierra firme, bosques inundados y entornos fluviales en las reservas de Amanã y Mamirauá, en colaboración con habitantes locales, y gracias a los apoyos de varias organizaciones internacionales, en especial del Instituto Mamirauá. Allí el artista recurrió a diferentes tecnologías y estrategias de escucha, tanto técnicas de grabación en el medio aéreo como escucha subacuática con hidrófonos, o la captación de ultrasonidos por encima del rango habitual de escucha humana. Una parte determinante de este proceso, ya en el estudio, fue el trabajo de selección de sonidos, y su edición, transfiguración y recombinación en un plano espectral y espacial, mediante el uso de estrategias ambisónicas y un sistema de sonido multicanal a medida, en este caso con 22 altavoces distribuidos en tres planos de altura.
La singularidad, complejidad y organización de los diferentes patrones de las vocalizaciones y expresiones sonoras de la variedad de habitantes de los territorios explorados fijaron la atención de Sanz, que en el razonamiento de su proceso creativo trae a colación al autor Bernie Krause y su “hipótesis del nicho”, “teoría que plantea una primera descripción de cómo los organismos vocales de un hábitat determinado distribuyen sus señales en función de la frecuencia y los nichos temporales. Resultado de su proceso de co-evolución, las especies de una determinada comunidad mantienen un “equilibrio” en sus expresiones sonoras para lograr entenderse y comunicarse”, una comprensión de la naturaleza que ha determinado la evolución de PHONOCENE.
“Mi proceso de composición es intuitivo, basado en la cooperación con los sonidos con los que trabajo -apunta Sanz-, lo hago de un modo no-representacional y no predeterminado”. Lo que significa que no persigue recrear la experiencia in-situ ni representar especies o lugares específicos, sino que más allá la inquietud es la de adentrarse en la complejidad y riqueza de las expresiones sonoras no humanas, de elaborar “un ‘relato sensorial’ que se va creando a partir de los propios sonidos y de su encuentro e interacción con ellos. “Podríamos pensar en términos de ensoñación, especulación, ficción o ahondamiento en realidades y ecologías sonoras”, profundiza el artista.
Una inhabitual experiencia en el diverso rango del mundo de las artes, que vio la luz en una también inhabitual ‘sala de exposiciones’ como es el Laboratorio de Sonido de Etopia. “Aunque el espacio no está pensado para albergar instalaciones multicanal como la que he planteado con este proyecto, ha resultado un contexto bastante propicio”, apunta Pablo Sanz, quien destaca la acústica del estudio, al material técnico disponible y los recursos de producción, y especialmente “el trabajo de Santiago Latorre, responsable del Laboratorio, que ha facilitado y contribuido a la realización del proyecto desde mi primer contacto con Etopia hasta el fin de mi estancia”.
PHONOCENE ~ SPECTRAL AFFECTS da continuidad a las trayectorias iniciadas por este creador e investigador con ENTANGLED, STRANGE STRANGERS y la pieza ARRAU, tres proyectos originados a partir de materiales sonoros creados durante el mismo proceso de trabajo de campo. En adelante, Sanz espera seguir desarrollando y realizar nuevas presentaciones de este proyecto: “Mi afán es que pueda recompensar a aquellos visitantes que estén dispuestos a aceptar la invitación, a experimentar y dedicarle tiempo a este encuentro”, dice el artista respecto a esta experiencia. Además, en próximas semanas va a publicarse precisamente una edición de STRANGE STRANGERS en formato cassette y digital con el sello Vertical Music.
Pablo Sanz vive inmerso en otros muchos proyectos, como un recientemente publicado trabajo producido por la plataforma SEMI SILENT, compuesto a partir de materiales sonoros creados durante una residencia en Port Cetate, a orillas del Danubio, en la frontera entre Rumanía y Bulgaria el pasado otoño, o en las primeras fases de una prometedora colaboración con Joan Llort, oceanógrafo del Barcelona Supercomputing Center y otros investigadores.