Desde ese punto de partida, La arquitectura de la amistad ha tomado diferentes formas. En 2017, la artista colombiana Carlos María Romero aka Atabey Mamasita y Latorre comenzaron a trabajar en residencia en el Centro de Arte y Tecnología Etopia (Zaragoza) en un formato de concierto-performance inspirado en la noción de ecosistema. Los materiales de este trabajo se originan o están inspirados en situaciones que propician y construyen relaciones con el medio ambiente no basadas en la dominación y donde las personas se ven a sí mismas como una parte integrada y no como dueños y señores de la tierra.

En 2018, el cantante y compositor Colin Self visitó Etopia como residente del programa FUGA. Durante este tiempo, Colin buscaba unir la ecología vocal de XOIR, un proyecto de investigación de canto grupal no utilitario, con una narrativa recurrente del canto como resistencia. Las tradiciones vocales de Córcega, la persistencia de los cantos gaélicos/paganos, los cantos indígenas del pueblo mapuche de Chile, y el territorio occitano entre Francia y España, todo ello conectado como una historia continua de prácticas musicales que existen para resistir a las lenguas, culturas o fuerzas nacionalistas dominantes.

Tras la llegada abrupta de una lesión en la columna vertebral, el tiempo de Colin en Etopia cambió rápidamente hacia un proceso de desaceleración, curación y adhesión atenta a la comunicación kinestésica. El canto como forma de resistencia y cuidado se convirtió en un tema principal en la colaboración de Santiago y Colin. La arquitectura de la amistad tomó un nuevo rumbo como proyecto musical, con la participación de Atabey y de la cantante zaragozana Nieves Arilla.

Conectando el interés compartido por el grupo en la construcción de ecologías creativas, la composición musical no jerárquica y la colectividad, este disco surge de una práctica necesaria de descanso, curación y cuidado. La secuencia de canciones se ofrece como bisagras para activar y ejercitar la empatía, las conexiones sensibles, para despertar la esperanza y recargar el entusiasmo, quizás incluso para fomentar el cuidado entre lo familiar y lo extraño.