Autor: Laureano Debat.
La gente llega con artefactos diversos: cafeteras, licuadoras, equipos de DVD, secadores de pelo. Dentro del laboratorio de fabricación de Etopia esperan los voluntarios, preparados para cualquier desafío y, en esta ocasión, con camisetas nuevas de color azul, con el logo del Repair Café y el de Herco, la empresa de suministros industriales que impulsa esta actividad. Poco a poco empieza el ajetreo del taller, el choque de las texturas de los materiales, los olores, sonidos, vapores, luces y chispas del trabajo manual. Hay retos en varios rincones y un único objetivo: reparar los aparatos.
José Cotaina es voluntario desde 2017. Y suele venir casi todos los meses. “Es algo que me gusta y me motiva. Más que un desafío, me encanta conocer a gente, a otros compañeros que se dedican a otros tipos de trabajo”, dice este muchacho que trabaja en tareas de mantenimiento del hogar. “Yo reparo casi de todo. Si lleva mucha electrónica, no es mi fuerte. Pero si me traes un microondas, pues te lo trato de reparar. Cada objeto es un reto, a cada uno le pasa una cosa distinta y simplemente si encuentres que hay un fusible que está mal y es lo que hace que ese aparato no funcione, colocarlo y ver que al cliente le cambia la cara al ver que lo has reparado, ya es suficiente”, dice.
José Cortés conoció a los de Repair Café durante un evento en los Salesianos, donde estudió el bachillerato. Los encontró en un stand, le dieron un folleto y le gustó el proyecto. Y se metió en el grupo hace dos años. “Siempre me ha gustado trastear y reparar cosas desde pequeño. Yo mismo me he dedicado siempre a saber cómo funcionan las cosas por dentro y por qué fallan”, dice este joven que se encuentra estudiando la carrera de ingeniería en la Universidad de Zaragoza.
Reparadores en el Repair Café
El tercer viernes de cada mes en Zaragoza, el Repair Café reúne a un grupo de voluntarios que ponen sus manos y sus cabezas para arreglar todo tipo de aparatos y darles una segunda vida. Y a personas que los proveen para su reparación, con la ilusión de volver a casa con una sonrisa. Algo que a Victoria Montañés, ingeniera de Diseño Industrial, le motiva mucho y la llena de felicidad: la posibilidad de ayudar a alguien con algo que a ella le encanta. Montañés se encarga de reparar pequeños electrodomésticos y aparatos que requieren algún punto de soldadura, hace un año que viene al Repair Café, es de las más nuevas y la única mujer. “No me siento abrumada por ser la única chica pero estaría bien que se viera que las mujeres también estamos interesadas en la reparación”, dice.
La gente sigue llegando, preguntan cosas sobre sus artefactos mientras los voluntarios se concentran en los componentes, miran, vuelven a mirar, piensan, atornillan, desmontan, limpian. Algunos ya se han ido con su aparato reparado, una segunda vida, una sonrisa de satisfacción de sus dueños y de los voluntarios. Hay trabajos en todos los rincones de las mesas y un reto por cumplir esta tarde: completar quince reparaciones.
Una fecha y una iniciativa internacional
La jornada de octubre del Repair Café fue especial porque se dio en la víspera del Día Mundial de la Reparación, que se celebra cada 21 de octubre como un derecho reconocido por el Parlamento Europeo. “Se trata de reivindicar la cultura de la reparación, de volver otra vez a lo de nuestros abuelos y nuestros padres. Antes se reparaba más, no se tiraba tanto. Al año se generan más de 53 mil toneladas de basura electrónica. Estamos convencidos de que muchas de las cosas que se tiran se podrían reutilizar”, dice Carlos Sánchez, coordinador del Repair Café Zaragoza y gerente general de Herco.
Justamente, la persona que creó la marca mundial del Repair Café es una activista medioambiental, la holandesa Martine Postma en 2007. Y, como suele suceder, por pura casualidad. Se le había estropeado una tostadora y cuando la fue a reparar le dijeron que le costaría más arreglarla que comprarse una nueva. Pero no se conformó con la respuesta. “En el bar donde normalmente desayunaba puso un cartel diciendo que se le había roto la tostadora y al que se le arreglara le invitaba un café. Al día siguiente tenía cinco personas dispuestas”, cuenta Sánchez. Y así surgió la idea: se le ocurrió hacer esto a mayor escala, en un proyecto dentro del barrio en el que vivía. Y la marca empezó a crecer.
Repair Cafe especial
Después de Holanda, los Repair Cafés empezaron a extenderse por diferentes ciudades de Bélgica, Alemania, Francia, Reino Unido, Estados Unidos, India, Japón y unos cuantos países más. Hoy existen 2890 Repair Cafés en todo el mundo, que albergan alrededor de 43350 voluntarios. Los de Zaragoza empezaron en 2016 en la sede de Herco en Cuarte de Huerva, pero enseguida se mudaron a la capital, a la sede de La Azucarera con Zaragoza Activa. Estuvieron allí hasta el parón durante la pandemia, cuando montaron algunas actividades en streaming en colaboración con la Academia de Inventores. “Esa experiencia fue bonita porque nos encontrábamos con personas mayores que tenían objetos para reparar pero nadie podía salir de su casa. Entonces lanzamos una campaña con repartidores que iban casa por casa a recoger las cosas, las juntamos en nuestro local y las reparamos en directo”, recuerda Sánchez.
En esta nueva jornada de Repair Café hubo tarta de chocolate y limón, café y sorteos de dos kits de reparación, uno para adultos y otro para niños. Y el reto cumplido: al final de la tarde se llegó justo al número de quince reparaciones. Y con la nutrida presencia de público infantil, porque el propósito de todo esto, además de darle una nueva vida a lo que se repara, tiene que ver con inculcar la vocación en los más pequeños. Es decir, alimentar toda una cultura en torno a no producir basura y a saber usar las manos, el ingenio y la perspicacia para reparar los artefactos que usamos en nuestro día a día.