Por Laureano Debat
Foto: Marta L. Lázaro
Fronteras que se mueven, artistas que se cruzan y habitan árboles y ríos, que transitan múltiples lenguajes. Los pirineos como interfaz natural, ecológica y social. Hay dos lados, Aragón y Nueva Aquitania, España y Francia, y dos artistas que los atraviesan convirtiéndolos en uno solo a partir de un diálogo con la naturaleza y las personas que habitan ese entorno. Todo eso representa Fronteras Nómadas, una experiencia de residencia artística transpirenaica organizada por Etopia y Fundación Zaragoza Ciudad del Conocimiento, a través de la cual una artista aragonesa y otra neo-aquitana entablan un diálogo a partir de un paisaje en común.
En su primera edición, este proyecto se llamó Failles Fronteras y englobó los trabajos del español Néstor Lizalde y del francés Thomas Cheneseau. En su segunda etapa, pasó a denominarse Fronteras Nómadas en relación al carácter específico de la experiencia: atravesar la frontera, asumir el carácter transpirenaico del trabajo con el paisaje y sus habitantes. Y las artistas implicadas fueron Marta L. Lázaro y la pareja conformada por Chloé Mossessian y Hank Mittnach, quienes centraron su visión en los bosques de los valles de Ansó y Canfranc en el lado aragonés y del valle de Osseau en Nueva Aquitania.
El concepto de estas residencias de concebir a los bosques transfronterizos como lugares de confluencia y paisajes culturales evolutivos y vivos llega justo en el momento en que Etopia acoge en su sede la exposición El mundo es bosque, un nombre tomado de una novela de Ursula K. Le Guin y que propone obras de arte conceptuales e interactivas para que el visitante experimente el bosque como ecosistema y descubra las relaciones simbióticas interespecies, siempre en una lógica apartada de la visión antropocéntrica del mundo y buscando entender, empatizar y dibujar interconexiones entre todo tipo de seres. Un marco ideal para el estreno de ambos vídeos.
La proyección
ReconoceR. Un alto en Casa Mirallo, de Marta L. Lázaro e In search of old growth #3. Parler forêt, de Chloé Mossessian y Hank Mittnacht fueron proyectados la semana pasada en el auditorio de Etopia en un acto moderado por Daniel Sarasa, director de Fundación Zaragoza Ciudad del Conocimiento, quien explicó la esencia de estas residencias: “Reivindicamos esa porosidad fronteriza. Las fronteras vistas desde cerca no son tan claras como se ven desde lejos en los mapas”. También estuvieron presentes las dos consultoras transfronterizas que acompañaron a las artistas durante las residencias: Anaïs Lanas, especialista en proyectos transfronterizos ligados al patrimonio natural y cultural y al desarrollo sostenible, y Pilar Pallás parte del equipo de la fundación y una de las principales impulsoras del proyecto de Fronteras Nómadas.
Foto: Chloé Mossessian
“El pirineo representa una frontera natural y quisimos trabajar en el límite que existe entre el bosque y el espacio que ocupa el hombre”, comentó Chloé Mossessian quien con su compañero Hank Mittnacht también investigaron sobre la comunicación entre los árboles e indagaron entre esas interconexiones propias de la naturaleza. “La cultura del cuentacuentos es bastante fuerte en el Pirineo y hemos querido darle importancia a las tradiciones orales, a todas esas historias que se transmiten oralmente a través de cuentos y también del canto”, agregó la artista francesa, quien compagina su trabajo en videoarte con el de la plástica.
En el mismo nombre de su trabajo y en todo el relato del vídeo se insiste en la idea de hablar bosque: “Le pregunto: ¿oyes hablar al bosque? Ella sonríe: escucha” se lee entre imágenes de de árboles transpirenaicos, ríos brotando y fuegos crepitantes, con la preponderancia y nitidez de cada sonido en su hábitat natural, invitando a esa escucha tan fundamental para hablar bosque.
Foto: Marta L. Lázaro
La aragonesa Marta L. Lázaro, por su parte, quiso reflejar la invisibilidad de los límites en las fronteras pirenaicas y relacionarlos con sus propios límites como videoartista. Por eso el lienzo en el que pinta sus imágenes, el paño en el que se proyectan puede ser la oscura frondosidad de un bosque como la blancura de una sábana extendida en un cordel. “Es paradójico que trabajar en estos territorios naturales sea tan duro y el resultado haya quedado como algo muy pausado y donde está todo muy en calma. Trabajar con la naturaleza te da una visión diferente”, aseguró esta videoartista que se ocupó de reflejar en su trabajo a la ganadería de montaña trashumante a partir de las vivencias de una familia que pasa todo el verano en la parte alta del valle de Aspe, cuatro meses con un modo de vida completamente inmersos en la naturaleza que los rodea.
En estas residencias se han hablado muchas lenguas: castellano, francés, aragonés, occitano y bearnés. Y el resultado han sido dos videos anfibios, complejos, mestizos. Dos trabajos en los que el bosque no solo adquiere importancia como paisaje sino como una parte indivisible de los humanos que lo habitan. Y, al revés: los humanos como una parte fundamental de ese bosque que, en el planeta de la novela de Ursula K. Le Guin es el nombre del mundo y en estos vídeos es el mundo transpirenaico como una sola cosa, tan llena de detalles y matices, tan desprovista de fronteras.